La prueba
de la calidad de las autoridades públicas
Por Alberto
Haaz Díaz
La razón de ser de un gobierno es la sociedad. Por ello, para
satisfacer cabalmente lo que la sociedad demanda y necesita, es necesario
contar con información confiable de las demandas y necesidades de la sociedad,
y consecuentemente: planear, presupuestar y tomar decisiones ejecutivas con la
perspectiva de la sociedad, no sólo con la perspectiva de las autoridades
públicas.
En este contexto, es indispensable tener un sistema
democrático real basado en una auténtica separación de poderes, en donde
ninguno de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) esté sujeto al otro,
sino que prevalezca un esquema de colaboración corresponsable.
A la sociedad mexicana y de cada entidad federativa, lo que
le importa del quehacer del gobierno son los resultados que obtenga, resultados
que generen un valor significativo, evidente y cercano. Esos resultados en los
hechos, no en los discursos, son en última instancia lo que justifica o
descalifica a un gobierno.
Y en estos resultados que importan a la sociedad, ocupan un
lugar preeminente los relativos al buen manejo de los recursos públicos, con
honestidad, transparencia y eficiencia, así como los del cabal respeto a las
instituciones, mismos que permitirán lograr la confianza de la sociedad en los
actos de gobierno.
En la sociedad, las ciudadanas y los ciudadanos deben
procurar mantenerse bien informados de los asuntos públicos, y participar de
alguna forma cada quien en relación a las cosas que le afectan o interesan para
contribuir así al mejor bienestar colectivo.
Mal hacen las autoridades públicas cuando creen que nunca
cometen errores y no escuchan la voz ciudadana o la menosprecian, lo cual se
parece a lo que Montesquieu denominó “despotismo” (1).
Y cuando hay situaciones altamente críticas, en aspectos como
el de las finanzas públicas que actualmente se observa en un gran número de
gobiernos estatales y municipales de México, es cuando se pone a prueba la
calidad de las autoridades públicas.
Deben saber buscar y encontrar las soluciones más idóneas
atendiendo las condiciones enunciadas en párrafos anteriores.
Aquí recuerdo lo que una vez se dijo en un evento nacional
sobre seguridad pública: “Si no pueden, renuncien”.
Los servidores públicos en dependencias y entidades
paraestatales, así como en poderes legislativo y judicial, constituyen
elementos relevantes para la calidad gubernamental.
Entre ellos hay personas que tienen alta responsabilidad en
tareas de apoyo a la planeación y las tomas de decisiones de los titulares
respectivos, y deben poseer las competencias profesionales necesarias para el
óptimo desempeño que les corresponde: Si carecen de este requisito, se corre el
riesgo de que no provean de la buena información y de los análisis de
alternativas que necesitan los titulares para sus tomas de decisiones.
Es por ello que se necesita tener buenos sistemas de
profesionalización en el servicio público de los gobiernos estatales, con la
finalidad de atraer, motivar, capacitar
y retener a lo/as mejores hombres y mujeres en el Servicio Público, en virtud
de sus capacidades y méritos, no por razones de lealtad o alineación con los intereses
políticos de partidos en el poder.
Carecer de profesionalización ha sido una de las causas
por las que se deteriora o no se logra la calidad gubernamental deseada por la
sociedad.
Si se quiere que un gobierno tenga éxito sostenido, se
requiere una nueva manera de concebirlo y visualizarlo, es decir, tener nuevos
paradigmas para la reflexión, la acción y la transformación. Esto es dejando atrás estilos de gestión gubernamental
que han generado más problemas que soluciones duraderas para la sociedad a la
que debe servir. Aferrarse a ellos sólo porque se sigue creyendo que son los
mejores, puede provocar situaciones de crisis para la vida democrática y el
bienestar en general de la sociedad respectiva.
Los paradigmas son sinónimos de modelos mentales, creencias,
supuestos, ideas, mitos, juicios de valor, dogmas, patrones de conducta,
teorías que de alguna forma son como lentes que nos permiten ver la realidad,
de ahí la importancia de adoptar nuevos y abandonar los antiguos (2).
Vemos así que la calidad de las autoridades públicas es
calificada por la sociedad a la que sirven o deben servir. Sin auténtica
democracia y cabal cumplimiento de las responsabilidades que tienen a su cargo,
con honestidad, eficiencia, transparencia y rendición de cuentas, no es posible que
obtengan buena calificación, esto es, que pasen satisfactoriamente la prueba de la calidad.
Sonora, México
Enero de
2013
(1) La
voluntad y caprichos del gobernante privan sobre el orden legal y el interés de
la sociedad.
(2) Un paradigma es un conjunto de reglas (escritas o no)
que establecen o definen límites, y que indican cómo comportarse dentro de los
límites establecidos para tener éxito. La disciplina de manejar paradigmas es
en sí misma una decisiva innovación en la construcción de gobiernos estratégicos
o inteligentes.
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